El respeto a nosotros mismos debería constituir el Norte de nuestro accionar en la vida, cuando tenemos claro tan importante valor, también respetamos a los demás. Esto se hace altamente necesario, especialmente en estos tiempos y particularmente en nuestro país donde el irrespeto ha ido ganando terreno y creo que es mucho lo que ha ganado.
Son muchos los factores que están influyendo para que estemos viviendo situaciones un tanto preocupantes, aunque los gobiernos tienen una alta responsabilidad en las situaciones que de manera global se presentan, o sea a la parte macroscópica del sistema, es sabido que el todo está compuesto de partes y esas partes somos cada uno haciendo de manera correcta lo que nos corresponde en cada momento y circunstancia.
Por tanto hay que empezar por nosotros a cambiar cosas importantes, porque individualmente somos un ente microscópico de muy poca influencia cuando nos vemos sólos, pero cuando accionamos poniendo de manifiesto todo cuanto nos respetamos y nos queremos, lo cual también es una manifestación de respeto, aunque no lo percibimos, pero comenzamos a influir en los demás, no hay que olvidar lo que dice un bello proverbio, las palabras convencen, pero el ejemplo atrae.
Las tradiciones místicas orientales y también las occidentales nos enseñan que cuando nos respetamos a nosotros mismos, el honor personal y la integridad resplancen en nuestros ojos. No hay que decirle a nadie que usted se respeta a si mismo, toda su personalidad lo transmite.
La capacidad de soportar sufrimientos es una cuestión de honor espiritual que le permite asimilar en su sistema la energía de respeto que le transmiten otros. Empeñar su palabra y mantenerla, no sólo ante los demás, sino ante nosotros mismos, no es más que una extensión de esa energía.
Posiblemente las generaciones que nos precedieron le daban más crédito a su palabra y por eso hablaban de la palabra empeñada como un compromiso que no necesitaba de soportes legales, se hacían grandes negocios donde todo los compromisos eran a base de palabras, porque el respeto a sí mismo y la palabra tenía tanto peso específico que todo se desarrollaba y se cumplía sin la necesidad de firmas y testigos.
Definitivamente eran tiempos en que las personas, generalmente menos instruídas que las de ahora, respetaban más los acuerdos y se daban claras demostraciones de integridad.
Creo que cada uno debe escribir un código de honor para su vida, por el cual se rija y de seguro será un ciudadano diferente.