Afirmó el Papa que estamos viviendo tiempos de verdadera urgencia educativa, hay que formar a las jóvenes generaciones, sobre las que descansa el futuro. Nunca ha sido fácil pero ahora parece ser aún más complejo, declaró el jefe de la iglesia católica.
Somos muchos en el mundo los que clamamos educación, pero resulta muy esperanzador cuando ese reclamo proviene de una figura como la del Papa, líder espiritual de una de las religiones que mayor influencia ejerce en una buena parte de Europa y el Continente Americano. Tenemos la esperanza, que a decir de la gente es lo útimo que se pierde, de que los políticos y gobernantes lo escuchen y hagan realidad algunas de esas promesas de campaña.
No sólo hay que combatir la pobreza facilitando comida y algún techo, también educando, que después de comer es la segunda prioridad. La educación es liberación de la esclavitud que crea la dependencia, tanto en el plano económico, como el plano político.
Muchas veces he llegado a pensar que la no inversión en educación contribuye a profundizar las raices del mal y a un aumento vertiginoso de la delicuencia por la falta de oportunidades. Por ejemplo, a cualquier país le resulta más costoso mantener un preso durante diez años, que llevar un alumno hasta un nivel de educación básica, donde han primado los valores. Si por alguna causa no puede continuar estudiando, antes de lanzarse a cometer alguna actividad reñida con la ley, estamos seguros que lo pensará muchas veces y se arrepentirá, porque los valores combinados con la educación hicieron su trabajo.
Desearíamos que el Papa Benedicto XVI siga clamando urgencia educativa, con la esperanza de que algún oído sensible lo escuche y las cosas cambien para bien de todos.
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