Hablar de ciencia y tecnología forma parte del lenguaje hasta de los políticos, es frecuente escuchar frases como estas:
· Hay que invertir en educación, especialmente en desarrollar la ciencia
· En materia de ciencia estamos avanzando, dos millones de dominicanos están usando el twitter y el facebook
Y así otras tantas que han sido pronunciadas sin entenderlas, quedándose en puros planteamientos o propuestas de campañas electorales.
Por no asumir esas propuestas cuando se llega al poder, es que aún en materia de investigación no hemos alcanzado la periferia, ignorando de manera deliberada que los que participan en las más importantes toma de decisiones, muchas veces desde un campo de golf, son los dueños de la ciencia y la tecnología, esos son los que gobiernan el resto del mundo. No fue en vano que Roger Bacón (siglo XIII) escribió: El saber otorga el poder
Es posible que algunas de las consideraciones expuestas y otras que expondremos en este trabajo pudieran resultar una utopía, dada nuestra condición de país pobre y altamente dependiente de otros, en cuestiones tan fundamentales como la energía.
Todo parece indicar que hay serios temores de invertir en el desarrollo de la educación y la ciencia, quizás por el papel liberador que representan para el individuo y la sociedad en su conjunto, puedo asegurarles que quien se educa siguiendo los pasos del método científico, desarrolla su capacidad de pensar y se hace verdaderamente libre y consciente al momento de tener que decir un SI o un NO.
Basta con que tomemos de la mano la frase de Jesús que nos enseño: Conoceréis la verdad y ella te hará libre. La ciencia encierra verdad y te lleva a la libertad.
Si los ciudadanos de un país no ven señales claras desde la dirección del estado de lo que se quiere, jamás van a promover transformaciones importantes y mucho menos en educación y ciencia. Confucio que vivió cinco siglos antes de la era cristiana escribió: que tus palabras nunca sobrepasen tus hechos, lamentablemente las palabras nos arropan y los hechos escasean.
Con mucho desprendimiento celebramos los logros científicos y tecnológicos ajenos y llegamos a exhibirlos con orgullo, pero como no tenemos logros propios, no hemos podido disfrutar la emoción que provoca el descubrimiento por sencillo que este sea.
Si tomamos una muestra comprendida desde el 1985 hasta el 2009, lo que abarca un periodo de veiticuatro años, algo así como una generación completa, el promedio de la inversión en educación con respecto al producto interno bruto (PIB) ha sido de 1.49%, lo cual constituye una verguenza. Los organismos internacionales recomiendan un 4% del PIB como presupuesto de educación. Queridos lectores saquen ustedes sus propias conclusiones.
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