Muchos de los conocimientos que se tienen del mundo físico de una forma u otra los hemos aprendido de los exploradores que desafiaron mares, tierras desconocidas, aniquilaron razas y modificaron etnias, adelantándose sin saberlo a las posibilidades que hoy tiene la ingeniería genética.
Hoy conocemos más del espacio exterior que hace cincuenta años, cuando el ser humano no había pisado el suelo lunar. Es mucho lo que hemos avanzado en las profundidades del cosmos buscando del origen del sistema solar y con ello, datos de los planetas componentes y de otras galaxias. Del interior de la tierra no conocemos tanto como deberíamos si tomamos en cuenta que es nuestro hábitat.
Nuestra capacidad de explorar va disminuyendo en la medida en que nos acercamos a nosotros mismos. Todo parece indicar que ha resultado más fácil penetrar a las profundidades del cosmos y al centro de la tierra que a nuestro propio interior. Hemos sido capaces de transformar muchas cosas, pero ha sido muy difícil transformarnos a nosotros mismos, convirtiéndonos en exploradores de nuestro universo interior.
La gran carga social que tiene el país, de la cual le sería muy difícil librarse, podría ser aliviada si se tomara en serio la formación académica de los maestros, para que en cada uno de ellos primara el espíritu de un gran explorador que busca el conocimiento a cualquier precio.
Soy muy optimista en cuanto a la capacidad de aprender que tenemos los dominicanos, pero hemos sido tan mal dirigidos que son muchas las potencialidades que se han perdido y las curiosidades que han quedado insatisfechas y con ellas muchos sueños truncados y un país perdiendo lo mejor de su gente, unos porque no alcanzan la frontera del conocimiento; otros porque les fueron negados. Es ahí donde está el origen de la gran carga social, ese es el gran reto que tenemos por delante.
Parece ser una constante de estos tiempo que el ser humano no mire hacia su interior y que descubra los valores que tiene, quizás por la vorágine que han impuesto estos tiempos los cuales nos han empujando hacia la robotización del espíritu y en esa misma línea estamos formado a los jóvenes que llegan a las aulas. No nos brindamos la oportunidad de viajar hacia nuestro interior y descubrir nuestras potencialidades y las de nuestros alumnos. Nos hemos convertido en individuos incapaces de descubrir talentos, donde un estudiante con algún dote especial tiene que lanzar un grito agónico para que se le escuche y se le haga llegar una migaja de conocimiento. La humanidad por poco pierde el genio de Isaac Newton si no es porque un tío suyo descubre su talento, ya que la familia le tenía como actividad principal atender el ganado.
El país necesita muchos exploradores del conocimiento para liberarse de la insoportable carga social.
Hoy conocemos más del espacio exterior que hace cincuenta años, cuando el ser humano no había pisado el suelo lunar. Es mucho lo que hemos avanzado en las profundidades del cosmos buscando del origen del sistema solar y con ello, datos de los planetas componentes y de otras galaxias. Del interior de la tierra no conocemos tanto como deberíamos si tomamos en cuenta que es nuestro hábitat.
Nuestra capacidad de explorar va disminuyendo en la medida en que nos acercamos a nosotros mismos. Todo parece indicar que ha resultado más fácil penetrar a las profundidades del cosmos y al centro de la tierra que a nuestro propio interior. Hemos sido capaces de transformar muchas cosas, pero ha sido muy difícil transformarnos a nosotros mismos, convirtiéndonos en exploradores de nuestro universo interior.
La gran carga social que tiene el país, de la cual le sería muy difícil librarse, podría ser aliviada si se tomara en serio la formación académica de los maestros, para que en cada uno de ellos primara el espíritu de un gran explorador que busca el conocimiento a cualquier precio.
Soy muy optimista en cuanto a la capacidad de aprender que tenemos los dominicanos, pero hemos sido tan mal dirigidos que son muchas las potencialidades que se han perdido y las curiosidades que han quedado insatisfechas y con ellas muchos sueños truncados y un país perdiendo lo mejor de su gente, unos porque no alcanzan la frontera del conocimiento; otros porque les fueron negados. Es ahí donde está el origen de la gran carga social, ese es el gran reto que tenemos por delante.
Parece ser una constante de estos tiempo que el ser humano no mire hacia su interior y que descubra los valores que tiene, quizás por la vorágine que han impuesto estos tiempos los cuales nos han empujando hacia la robotización del espíritu y en esa misma línea estamos formado a los jóvenes que llegan a las aulas. No nos brindamos la oportunidad de viajar hacia nuestro interior y descubrir nuestras potencialidades y las de nuestros alumnos. Nos hemos convertido en individuos incapaces de descubrir talentos, donde un estudiante con algún dote especial tiene que lanzar un grito agónico para que se le escuche y se le haga llegar una migaja de conocimiento. La humanidad por poco pierde el genio de Isaac Newton si no es porque un tío suyo descubre su talento, ya que la familia le tenía como actividad principal atender el ganado.
El país necesita muchos exploradores del conocimiento para liberarse de la insoportable carga social.
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