El paternalismo se ha vuelto muy popular y es difícil encontrar algún componente de la sociedad que no haya sido permeado por éste. Creo que estamos frente a una “gran revolución que en nada beneficiara al avance del país y sus habitantes.
La educación, base fundamental del crecimiento de los pueblos, no escapa al “mal del paternalismo”. Es un fenómeno que la mayoría de los docentes ponen en práctica, en muchos casos por su escasa formación académica, y en otros, como resultado de la aplicación de la ley del menor esfuerzo. Es muy difícil decir NO, también resulta difícil decir: es tu responsabilidad, es tu compromiso.
En la mayoría de las universidades, centros responsables de motorizar el desarrollo a través de la formación de los profesionales y científicos, preparándolos con un espíritu crítico y responsabilidad social, el paternalismo se ha hecho presente de muy variadas formas, por ejemplo: en los sistemas de evaluación en la contratación de personal no calificado, en el uso de folletos y otras publicaciones como elementos bibliográfico de primer orden.
El papel jugado por el Estado como arquitecto de los destinos del país ha estado muy lejos de sentar las bases de un desarrollo independiente y funcional, y es que el mismo ha sido, a través de los diferentes gobiernos, el principal promotor del paternalismo. Por esa razón hay tanta gente que quiere cada vez más depender de “papá gobierno”. Cuando el paternalismo se entroniza en la educación, el problema es más grave aún, porque entre otras, estamos renunciando a la formación del carácter de los estudiantes que nos fueron entregados para educarlos y llenarlos de conocimientos y actitudes positivas para la vida.
Esos maleables cerebros deben ser aprovechados en la dirección correcta, pero lamentablemente en la mayoría de los casos los conductores del proceso se comportan de forma ajena, como si se tratara del visitante a una ciudad que ve el autobús, pero no sabe hacia dónde se dirige. Para conducir un proceso educativo que fomente un aprendizaje significativo desprovisto de todo paternalismo, donde los alumnos crezcan y desarrollen a plenitud su capacidad mental y sus aptitudes, el profesor debe reverenciar el conocimiento porque de no ser así estamos pagando para que lo niegue.
En este último aspecto, el triángulo compuesto por la familia, la dirección del centro educativo y los maestros, juega un papel determinante en una educación de calidad, sin muchas oportunidades para rendirle culto al paternalismo. Pero, desgraciadamente las cosas no son tan lineales como desearíamos, más bien están sujetas al famoso principio de incertidumbre de Heisenberg, que podríamos aplicarlo diciendo “cuando tengo un maestro que exige, entonces se tiene un director que no lo apoya cuando ambos coinciden, entonces aparecen una familia que dice que le van a traumatizar el niño con tanto trabajo escolar y que le están quitando las horas de ver televisión”.
La misión más importante de la Secretaría de Estado de Educación es marcar el rumbo para que los componentes de ese triángulo sepan cuando para el autobús, hacia donde se dirige y que harán los pasajeros cuando lleguen a su destino.