sábado, 4 de junio de 2011

¿Dónde están tus posesiones?



La respuesta a la pregunta con la que iniciamos este trabajo para mucha gente es muy obvia y lo más probable sería que respondieran que sus posesiones la constituyen vehículo, vivenda, enseres del hogar y mil cosas más, por eso decimos que si obvia ha sido la pregunta, más obvia es la respuesta, de acuerdo con la forma que se nos ha educado, pero no son esas posesiones a las que nos estamos refiriendo, las cuales no son medibles mediante la utilización de métodos cuantitativos, ellas no forman parte de la ambición, sino de la aspiración del ser humano.


Entonces cabría preguntar, ¿cuáles son esas posesiones que no son de naturaleza cuantitativa, o sea de la área del tener. Estas están dentro del dominio del ser, veamos a cuáles nos estamos referiendo.


Estas posesiones son innatas del Alma humana, de ellas citamos: la paz, el amor, la verdad, la felicidad y la fortaleza. Estos atributos están siempre en nosotros y nunca nos abandonan y son tan eternos como el Alma misma, sin embargo perdemos conciencia de su presencia interior cuando caemos en el hechizo de que somos lo que vemos en el espejo, esto es la forma física que proyectamos en el espejo, lo que hacemos, esto se refiere a nuestra ocupación o profesión, el lugar del que venimos, nacionalidad, raza, color, orígen social y otras tantas. Hoy con los avances de la cirugía plástica y los milagros del bisturí, son muchas las mujeres que exhiben como posesiones importantes su escultural y cicatrizada figura.


Cuando nuestro sentido del yo se basa en algunas de estas características, vivimos en un perpetuo y a veces sutil temor, porque todas ellas cambian o pueden verse amenazadas, dado que van y vienen y no podemos controlarlas y allí donde hay miedo no puede haber paz, amor y satisfacción. Por eso la identificación con nuestro cuerpo y con todas las cosas materiales que con él se relacionan, se han constituido en la raíz de todos nuestros temores, uno de los orígenes principales del estrés y todas las formas de tensión que van dañando nuestro cuerpo, generando una pesada carga de conflicto, muchas veces insoportable.


El deseo de tener posesiones materiales en forma desmedida lleva al ser humano a convertirse en personas ambiciosas, eso es correr tras lo que ve y cuando se logra obtener, entonces se dan cuenta que quieren más de lo mismo, porque eso no llenó sus expectativas y si se logra felicidad con ello es algo muy efímero. En cambio cuando las posesiones están basadas en la paz, el amor y la felicidad, terminan disfrutando más de esas posesiones materiales que la vida puso en su camino. Queremos dejar claro que no está mal tener posesiones, lo malo sería colocarlas por encima de los valores que deberían ser fundamento de nuestra existencia.


Si queremos ser seres humanos cargados de paz y amor debemos cuidarnos de que no sea el afán de lucro y la acumulación de posesiones lo que nos permita que el fundamento de nuestra vida sean los valores y no esas posesiones materiales, las cuales cuando iniciemas el largo viaje no podremos cargar con ellas, pero dejaremos huellas indelebles con la paz y el amor que supimos repartir a los demás y nuestra lucha permanente por un ideal de vida basado en esos valores.