martes, 13 de septiembre de 2011

No hay fracasos, hay lecciones que aprender

Es muy común escuchar a la gente decir que en tal o cual hecho fracasé, por ejemplo en el amor, los negocios, al cambiar de trabajo. ¿Qué significa haber fracasado?, haber perdido dinero en un negocio, no haber conseguido el trabajo en el lugar que soñaste, no haber encontrado la pareja que idealizaste, no haber seleccionado la carrera adecuada, en caso que se trate de asuntos académicos.

Son muchos los ejemplos que podemos citar, los cuales podrían ser etiquetados como fracasos, sin embargo sino hubieran ocurrido en nuestras vidas, seríamos adultos, porque el calendario seguiría avanzando, pero con la mentalidad de un niño, tampoco podríamos exhibir evolución mental, ni emocional.

He aquí el fragmento de una bella historia:

Se cuenta que Dios le encomendó a un señor que era muy flaco y debilucho que durante un año tenía que empujar una roca diariamente durante  media hora. Habiéndose cumplido el plazo, Dios le pidió cuentas del trabajo realizado y el señor le repondió: mi Dios he fracasado, cumplí con tu misión y no logré empujar la roca ni un centímetro, Dios le respondió: sabía  que no la empujarías, pero fíjate como está tu cuerpo ahora y la musculatura que has desarrollado, ahora pareces un verdadero hombre que está listo para formar una familia.

Soy de los que cree firmemente que los problemas son la materia de la vida, a esa materia prima hay que agregarle lo que llamamos fracasos, que no son tales, sino lecciones de las cuales tenemos que aprender para seguir aprobando las asignaturas de la vida, que finalmente es lo que nos llevará a la plenitud de una existencia feliz. Como se afirma, no importa cuantas veces te caigas, lo que importa cuantas veces te levantes.

La lección que aprendí para siempre llegó a mi vida cuando era un adolescente, estuve estudiando música, la trompeta era mi instrumento, la amaba, quizás fue mi primer gran amor, también me convertí en seguidor del famoso trompetista mejicano, Rafael Méndez. Soñaba con llegar a ser como él y que mi trompeta sonara como la de él, pero la vida nos hace algunas jugadas que no entendemos y mucho menos a esas edades que creemos que el mundo no existiría sin nosotros, simplemente la vida es como es.

Mi entusiasmo por la música era tan grande que descuidé la escuela y el desastre no se hizo esperar, tuve que repetir un curso y me separaron de la academia de música, con la inmadurez de un adolescente juré que nunca má me reprobaría en un curso y así fue a todo lo largo de mis estudios a nivel escolar y universitarios. He ahi un ejemplo de una lección aprendida. No llegué a ser el músico que soñé, pero quedó sembrada en mi vida la semilla de la música, traducida en un buen gusto por la música de calidad,  una amplia cultura musical y siempre mateniendo la esperanza viva de que esa semilla germinará. En definitiva, no hubo fracasos, hubo buenas lecciones aprendidas para la vida.  

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